miércoles, 27 de octubre de 2010


Origen de la palabra «gringo»



Fuente original : VoltaireNet
por Roberto Ponce



20 de mayo de 2002

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Cuenta el que fuera cronista de la Ciudad de México, Artemio de Valle-Arizpe (1884-1961), que el origen de la palabra "gringo" data de los días septembrinos de 1847, cuando el ejército norteamericano de Winfield Scott tomara la capital mexicana.

De Valle-Arizpe refiere el hecho en su relato «La Generala», sucedido en la calle de Capuchinas -donde se alzaba el convento que se derribó para abrir la calle Lerdo-. Y aunque en el texto sólo menciona de paso el origen del nombre «gringo» (su intención posee otros derroteros de comicidad en aquellos días trágicos, por tratarse de una cabra, a la que las monjas capuchinas llamaron «La Generala», y que conmoviera el corazón de Scott), el historiador escribe:

Los usurpadores trajeron una cancioncilla de vulgaridad sobresaliente, con cadencias roncas, monótonas y largas, que sonaba opaca y sin gracia en los oídos mexicanos, tan hechos a los sones animados y frescos de su música popular que distrae al más misántropo, y una tan pegadiza que, sin permiso del entendimiento, la tararean los labios.


Los envanecidos vencedores iban por calles y plazas cantando esta canción; jamás se les caía de los labios la infeliz tonadilla. Green grow the bushes (lo que en su idioma significa: «crecen las matas verdes»), decían las primeras palabras; por lo que la gente de la ciudad, al oír repetir tanto y a todas horas esa abominable canción de green grow, llamó gringos a los norteamericanos, haciendo de las dos expresiones una sola, que pronunciaban a su manera. Esta es la versión de la palabra despectiva.


Buscando aquí y allá por diferentes catálogos de canciones folklóricas de Inglaterra y Estados Unidos, dimos con la mentada melodía de aliterativas guturales que puede escucharse en Internet bajo el nombre de «Green Grows the Lilacs» («Verdes crecen las lilas»).

Hay innumerables versiones cambiantes, todas girando en torno a lo verde como crecen pastos y flores. Dicha tonada a ritmo de vals lento tuvo sus orígenes en una canción parecida, «Green Grows the Laurel», que fuera muy popular en la Escocia del siglo XVII, sustenta el musicólogo Barry Taylor:

La balada norteamericana cuenta la historia de un soldado americano enamorado de una joven sirvienta. Aunque no poseo las palabras de la versión anterior, evidentemente se trata de un tema similar pese a las distintas nacionalidades. Una historia sobre el origen de las canciones especula que los vaqueros del sur de Texas la cantaban y que los mexicanos, al no entender qué decían, sólo escuchaban ’green grow’ («lo verde crece»), y así fue que los norteamericanos fueron llamados gringos por los mexicanos.


Algunos historiadores afirman que el término se acuñó durante la incursión de las tropas estadounidenses en pos de Pancho Villa. Sin embargo, en las investigaciones referenciales «Urban Legends» («Leyendas urbanas») de Barbara y David P. Mikkelson, esta pareja niega que aquella canción sea la fuente primaria de «gringos». Alegan que, a decir de Hugh Rawson (en «Devious Derivations» -«Derivaciones engañosas», Nueva York, 1994-), el mote apareció en el Diccionario Castellano de Málaga, España, hacia 1787, y definía «gringo» como «el extranjero que posee cierto tipo de acento fuereño al del español», siendo un término utilizado en Madrid para designar a los irlandeses.

Y aunque los Mikkelson creen que la palabra «gringo» proviene de otra similar: «griego», por semántica y afinidad fonética, su explicación no convence. Determinan que «tanto en inglés como en castellano», cuando una persona no entiende algo, dice: «Está en griego» (lo cual no es verdadero en el caso del español hablado en México, donde decimos: «Está en chino»). Y se remontan a la obra de William Shakespeare, Julio César, donde el dramaturgo inglés retoma dicho significado del proverbio latino Graecum est; non potest legi, que equivale a: «Está en griego; no puede leerse».

Concluyen que sería plausible que la palabra «gringo» haya precipitado su introducción en la lengua inglesa durante la guerra entre México y Estados Unidos (1846 y 1848), pero que era una palabra que ya existía al menos unos sesenta años atrás, «y nada tenía que ver con soldados cantando, norteamericanos, ni nada por el estilo». Estos mismos historiadores también recogen la versión de que dicha melodía la cantaban voluntarios de la Legión Irlandesa que sirvieron al ejército de Simón Bolívar durante la guerra de independencia de Venezuela, a principios del siglo XIX. ¿Entonces?

Hay que ir hacia 1794, donde existe un registro de la balada escocesa «Green Grow the Rashes», con versos pícaros del poeta Robert Burns (1759-1796), también escocés, que él mismo cambió una y otra vez: "Oh, qué verdes me crecen las costras por las horas que pasé entre las jóvenes sirvientas..."

«Lovely Jamie» («Amada Jamie») es también otra canción popular anglófona que incluye en el coro la expresión «qué verdes crecen los juncos», si bien se trata de un amor que termina mal: el padre de Jamie la mata por el amor de ella a un trovador, y éste va al cementerio a ver crecer la hierba:

Oh, qué verde crecen los juncos y altos los árboles.
Y el amor espera para ti y para mí...


Viéndolo bien, la versión de Artemio de Valle-Arizpe acerca de la palabra «gringo» no suena tan descabellada, y es muy probable que los soldados invasores hayan cantado alguna de estas versiones, ora burlándose por su hazaña invasora, por las mujeres que violaban, o bien extrañando a las que dejaron en casa, desde su llegada a México el 14 de septiembre de 1847. Una pista: en el relato de «La Generala», De Valle-Arizpe cuenta cuán grande fue la humillación que sintieron los mexicanos al ver la bandera de Estados Unidos ondeando en Palacio Nacional, por lo que la única manera de saldar la afrenta era matando soldados gabachos a escondidas:

«A diario amanecían muertos varios gringos. Los mexicanos, indignados con su humillante presencia, les ponían lazos y paradas en muchas partes, y ellos, con su natural candidez, caían en las emboscadas.» Así, Winfield Scott prohibió que se hicieran sonar las campanas de las iglesias y conventos como era común en México, pues pensaba que era la señal de lucha para congregar a la gente allí y conspirar. En el silencio de las calles, lo único que podía oírse eran los cantos de aquella canción que entonaban los invasores gringos:

Crecen verdes las lilas, iluminadas de rocío.
Estoy tan solo, querida, desde que partí de ti;
pero cuando nos veamos espero demostrarte mi amor
y que las verdes lilas cambien su color a rojo, blanco y azul...


Claro, era una versión que aludía al Destino Manifiesto, pues el verde correspondía a la bandera mexicana y, con su canto, los gringos también suplantaron el verde para agregar el azul de la suya, en barras y estrellas.

(Fuente: Historia, tradiciones y leyendas de calles de México, de Artemio de Valle-Arizpe. Tomo III, Editorial Planeta Mexicana, 1999).




El silencioso adios al Walkman de cassette

OCTOBER 25, 2010

Por Daisuke Wakabayashi
Fuente: The Wall Street Journal

El Walkman para escuchar cassettes, el producto más icónico de Sony Corp. y quizás el electrónico japonés más conocido, está próximo a desaparecer de los estantes en ese país casi sin recibir un adiós. Desde que fue lanzado en julio de 1979, el Walkman cambió la forma en que la gente escucha música. La gente ya no estaba atada al radio en casa o al del auto. En cambio podía ponerse esos grandes auriculares espumosos y andar con su música a donde quisiera.

A principios de año, Sony decidió terminar los envíos para el mercado doméstico de nuevos Walkman con cassette, aunque la marca sigue viviendo con los aparatos digitales de música que usan memorias flash. La compañía no hizo un anuncio formal y se limitó a colocar una breve declaración en la página web de Walkman que decía "producción terminada". Una vez que el actual inventario se termine, Sony dijo que el Walkman de cassette desaparecerá en Japón aunque otros grabadores de cassette seguirán existiendo.

Es un discreto adiós en su lugar de nacimiento para un producto que vendió alrededor de 220 millones de unidades durante su vida y puso a Sony en el mapa mundial como una empresa innovadora. Quizás no hubo un ruidoso adiós en Japón porque el Walkman llegó a simbolizar, justa o injustamente, como Sony entregó su liderazgo en el mercado de la música portátil al iPod de Apple Inc. quedando opacada por la aparentemente interminable lista de éxitos de Steve Jobs. El iPod popularizaría la tienda de música digital iTunes, que posteriormente abrieron la puerta al iPhone y ahora al iPad.

      El primer Walkman de Sony

Sony dice que seguirá vendiendo el producto fuera de Japón especialmente en Asia y Medio Oriente donde la demanda por el Walkman de cassette no es "totalmente cero", de acuerdo con una portavoz de la compañía. Sony dice que la producción del Walkman de cassette está subcontratada a un fabricante chino, lo que implica que terminar la fabricación será relativamente fácil. El último modelo de este tipo de Walkman fue producido en 2008 y uno nuevo puede ser comprado por alrededor de 4.000 yenes (US$ 49).

La mayoría de los productos electrónicos de consumo van a desaparecer sin que nadie los llore. Después de todo, hay una razón por la que la compañía está dejando atrás este negocio. Sin embargo, uno no puede evitar pensar que el Walkman y su increíble éxito merecían más que el equivalente de una palmada en la espalda. Si los íconos de la moda de la década de los años 80 como los leggings pueden disfrutar de un retorno a la popularidad; ¿es muy iluso imaginar un renacimiento del Walkman de cassette?

Hay un equivalente histórico. Los tocadiscos de vinilo alguna vez fueron abandonados como muertos, pero ahora los tocadiscos con una conexión USB-una interesante mezcla de los mundos análogo y digital- se venden mucho en las tiendas de electrónicos. Una rápida búsqueda en Internet desentierra un pequeño pero leal contingente de amantes de los cassettes, exactamente el tipo de gente que puede pedir el retorno del Walkman.

viernes, 8 de enero de 2010


Henry Spencer visita instalaciones de El Comercio