sábado, 9 de abril de 2011


Aquel domingo rojo

Fuente La Republica

Por Eloy Jáuregui


Aquel domingo 13 de noviembre de 1983, cuando fui presidente de mesa en un colegio de Jesús María para las elecciones municipales, los del JNE casi anulan las ánforas que yo certificaba porque, imprudente, pegué un alarido que se escuchó hasta La Punta celebrando el triunfo del candidato por Izquierda Unida, Alfonso Barrantes Lingán. La victoria del recordado “Frejolito” fue rotunda y contundente frente a una batería de quilates de sus opositores: Ricardo Amiel del PPC, Alfredo Barnechea del Apra ¿cómo?, y mi padrino Alfonso Grados Bertorini de Acción Popular.

Lima era distinta. El Perú era distinto. Gobernaba un revejido Fernando Belaunde, quien junto a Sendero Luminoso desangraba al país. Los medios de comunicación habían logrado un repentino brillo luego de que fueron devueltos a sus dueños y solo existían tres diarios que apoyaban al candidato de la izquierda: El Diario de Marka, La República y El Observador. Cierto, eran tabloides modestos pero heroicos que, no obstante, combatían palmo a palmo y a diario con los otros medios de capitales poderosos, y que en su mayoría apoyaban al candidato del Apra, el recientemente “apitucado” Alfredo Barnechea, quien meses antes protagonizaría “la boda del año” cuando se casó con la norteña y buenamoza Claudia Ganoza, lo que llevó a la revista Caretas a regalarle dos portadas. Una antes y otra después de la noche de bodas.

Barrantes ganó con más del 30% y Barnechea quedó segundo a varios cuerpos. No diré el resultado del derechista Amiel ni de su preceptor coyuntural, Grados Bertorini, porque llegaron fuera de poste. Cierto también que, aquella vez, la campaña se embarró con las sempiternas acusaciones de que Barrantes era el brazo político del senderismo. Pero una cosa es lo que dicen los medios y otra lo que siente el ciudadano. En una ciudad donde las diferencias sociales eran más marcadas que hoy, digo más miseria y hambre frente a mansiones y suntuosidad, la mayoría sabe descargar su impotencia e ira contra aquello que la democracia inventó: el voto secreto.

Pero ni Barnechea ni Amiel se comportaron como la señorita Lourdes Flores, ayer descalificada por racista y hoy por manipuladora y boca sucia. Las encuestas todavía eran rupestres, no existía el espionaje hijo del montesinismo y a la corrupción se la combatía con la decencia. De haberse descubierto alguna grosería coprolálica a cualquiera de los aspirantes a cargo político, su camino era la renuncia. Y en una dama virginal, ello debió ser lo natural.

Ahora no. Lo importante, discuten los analistas, es qué es más sucio: que el municipio le llegue al poto a Lourdes o que a los peruanos el chuponeo nos llegue allí donde ustedes ya saben. El miedo que recorre nuestro país tiene lógica. SL y el MRTA eran también de izquierda. ¿Y acaso Chávez, Morales y Correa no son izquierdistas. ¿Y no es cierto que Lula y el uruguayo José Mujica no lo son? Sí, señora, lo son. ¿Y cuál es el problema? ¿O usted se olvida de que este país fue gobernado desde siempre por una “clase política” empiernada a los lobbies con las grandes empresas y al manejo del capitalismo salvaje de la derecha? Terrorista es PPK, quien habla de un sacudón financiero si gana Susana Villarán. Esta vez yo volveré a ser presidente de mesa. Y esperen mis alaridos.

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